miércoles, 13 de enero de 2010

Caminata imaginaria en otoño


No se si quien pase por aquí se habrá dado cuenta que en otoño hay algo mas aparte de hojas en el aire, es como un olor que no se siente con la nariz, es como una idea que se conoce, pero que uno no maquino ni verbalizo en ninguno de los más atrás manos recovecos del encéfalo.
Tonos sepias por donde quiera que vea, aun cuando el cielo es azul y el suelo esta mojado de las primeras y condescendientes lluvias comprensivas de mayo.
Cielo borroneado con goma sucia, como si quien pone el cielo se hubiera arrepentido de lo que iba aponer ese día, y pasa por el cielo la más sucia de las gomas, de esas que pasan eones interminables bajo las mesas repletas de papeles con letras garabateadas, en fin, feliz equivoco. Siento que el cielo borroneado es melancólico y meditabundo.

La bóveda arbórea se encorva ante mi mirada despreocupada del paso que se aproxima. Se fija en la prosecución de las ramas, tonos rojos y café claro, madera mojada y tierra húmeda que penetran imponentes en mi nariz. Una briza juguetona le recuerda a las medulas de mis huesos, que aun dentro de tanta carne están desprotegidas de la implacable pero amistosa brisa otoñal.

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