(este cuento lo escribí en reacción a un dibujo que hice, ya pronto lo subiré)
Hombre!, ¿por que te vas?
Estas eran las palabras que le gritaba su esposa a un caminante que se internaba en las dunas, monótonas y desoladas.
Su mochila estaba pesada y sus pies se enterraban en la arena. En su mente pasaban los recuerdos como si fueran dramatizados por sus internos demonios, vestidos de sus hijos o de su mujer o de quien sea, mientras el sol abrasador le freía los sesos, alimentando sus paranoias.
Recordaba vívidamente la última conversación que tuvo con su mujer:
- es solo un pequeño viaje, mujer.
- el desierto es peligroso, puedes morir ahí.
- ¿y aquí no?.
- por lo menos lo harías conmigo.
- pero imagina si llegara con agua para todos, para siempre, en vista de que ya se acabo.
La mujer solo respondió con sollozos, pues las razones de su hombre eran validas, pero temía quedarse sola y temía aun mas el adentrarse al desierto.
Sus manos se entrelazaron en una ultima despedida, pues la probabilidad del agua era remota e infinitesimal.
El hombre hecho en su mochila todo lo necesario para poder realizar la travesía, una pipa de arcilla, un saquito de hierba que quemar, una espada, una bicicleta sin ruedas, un tanque de oxigeno y una cantimplora llena de arena.
El se hundía en la arena y arriba quemando el sol.
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