jueves, 28 de octubre de 2010

¿donde están las rosas rojas?

hacia frío, el vapor de mi boca se confundía con el resuello maligno del aire espeso y blanco del parque por la mañana. Mis manos en los bolsillos, temblorosas, tenia que tener cuidado con las bajas temperaturas, el purpura de Schönlain - Henoch que portábamos toda la familia ascendiendo por mi madre no era cualquier cosa, pero no me preocupaba perder un dedo hoy, mis piernas se batían rápido, y mi corazón tenía un deseo irrefrenable de salir violento de mi pecho.
Llegue al lugar deseado.
Era un jardín en la mitad del gran parque de la ciudad, te había prometido una rosa, de ahí tenia que ser.
trate de abrir la imponente reja, pero la hiedra, fiel portero, no me dejo pasar.

-¡jardín indolente!, ¿de que te sirven tus rosas encerradas en rejas ciegas y anosmicas?- le grite con violencia -¿acaso la hiedra escucha mis lamentos?, ¿tan importante es que las rosas conserven intacto las gotas de su rocío?.

Saque las manos, me quite los guantes y comencé a trepar la reja, como quien huye por su vida. A tres metros del suelo, la reja cobro caro por mi impertinencia, la sangre salio oscura y rauda entre un pliegue de mi mano, escurriendo por la misma y mi horizontalidad era la simple consecuencia de las maquinaciones de Newton. Algo crujió, eso no era bueno.

me levante adolorido y con la mano azul y cortada.

- Das scheiss!!! ¿que debo hacer?- le grite- ¿que quieres que te ofrezca como ofrenda?, ¡dime donde están tus oídos para decirte mi poesía, dime donde están tus manos para acariciarlas, dime donde esta tu boca, para besarla!, claramente no se puede, no eres mas que un artilugio de metal herrumbroso, tapado en maldita hiedra perversa. Se que tienes rosas rojas ahí dentro, aunque no las veo, las tienes escondidas, para que la nada las contemple eternamente. ¡Esas rosas no existen hasta que alguien las vea!

Siguió así mi dialogo absurdo con la reja esa hasta el silencio y la frustración.

Me vendé la mano con mi pañuelo y camine al rededor de la gran reja de ese jardín, en busca de alguna brecha o algo así que claramente no existía. Me detuve al frente de la entrada sur y tire del candado con rabia, luego peso en mi mano y un portón que cedía rechinante y a tirones, producto de los tallos de hiedra que se iban cortando, alegría (o algo así). No vi nada para dentro mas que neblina. Camine despreocupadamente y un árbol seco me rasguño la cara, la hiedra lo había asfixiado y lo había convertido en una especie de zombi violento he intimidante, un nudo en su tronco parecía tener una cara triste y terrorífica.

La hiedra se extendía por el suelo en todas las áreas de tierra fértil de ese jardín abandonado y donde la tierra era dura, solo habían musgos y peñascos estériles, nada de rosas, solo roza. Unos troncos quemados, un rastrillo roto, un columpio que desganchado de un lado se tambaleaba en el viento, colgando de un sauce seco. camine unos cuantos cientos de metros y solo hiedra sarcástica y degenerada.
Entonces tal como cuando un explorador de las cavernas ve un punto luminoso, la boca del túnel, yo vi una planta que se mecía con el viento que desplazaba de a poco la niebla, tenia un hermoso capullo rojo, corrí desesperado y tras unos cuantos siglos llegue ahí.

- ¿que haces ahí tan sola?-le pregunte- ¿Como es posible que se permita el derroche de tanta belleza en la soledad mas absoluta?.

No traía herramientas para cortar la rosa, todo era sin esperanzas, sin oportunidad de nada, tantas veces había tratado de entrar al jardín sin éxito que solo lo intentaba por un deber hacer y deber ser que venia en mi mismo.

Tome una tijera oxidada que me había esperado paciente ahí por una eternidad y la corte con ternura y cuidado y la embolvi en una hoja de helecho.

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